A un mes del trágico
concierto en Olavarría, dos investigadoras de la Universidad de Flores
reflexionan sobre un fenómeno de reminiscencias religiosas
Un recital, trescientos mil asistentes, dos
muertos y centenares de heridos y varados. Poco hay para agregar a las
categóricas cifras que dejó el concierto del Indio Solari en Olavarría. Los
medios se encargaron, en los días posteriores, de dejar al descubierto una
cadena de responsabilidades que abarca al municipio, al gobierno provincial, a
la compañía productora y hasta al propio Solari. Este fenómeno de masas deja
múltiples aristas –sociales,
culturales, antropológicas– para el análisis, aunque no son muchas las que adoptan el punto de vista
de quienes lo conforman. ¿Qué motiva a una multitud de personas congregarse ante
un espectáculo en el que las chances de disfrutar de la música son relativas y
la integridad física no está exenta de riesgo?
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El Indio Sólari, un fenómeno de masas único |
Las licenciadas Mercedes Olivera y Paola Prozzillo,
psicólogas e investigadoras de la Universidad de Flores, integran un proyecto
que articula personalidad, religiosidad y espiritualidad, conceptos que bien pueden
vincularse con las características de esta celebración masiva. “Más allá del gusto por la música
–reflexiona Olivera–, la convocatoria es para presenciar un ritual, con todos
sus elementos: una figura mesiánica y una serie de ritos, como ir en caravana o
consumir alcohol. En nuestro proyecto tratamos de diferenciar lo que es
espiritualidad de lo que es religiosidad, que es donde encuadramos a este
fenómeno. Tiene que ver lo la adherencia a normas y a ritos en un contexto
social, a diferencia de la espiritualidad, que obedece más a un desarrollo
personal y a la búsqueda de la autorrealización”. Una opinión similar tiene
Prozzillo: “Estos recitales están en el marco de una cultura hedonista. Estar
ahí significa experimentar placer inmediato. La espiritualidad, en cambio, está
relacionada con la trascendencia”.
No es nueva la impronta religiosa
que se le quiere otorgar a los conciertos del Indio Solari. Ya en la época de
los Redonditos de Ricota, los seguidores convocaban a las “misas ricoteras”.
¿Es Solari un pastor para aquellos feligreses que atraviesan el país, muchas
veces sin medir consecuencias, para verlo actuar? “Desde una mirada
antropológica, yo creo que representa más bien la figura del hechicero: la
eficacia de su magia aparece convalidada a partir de la creencia en sí mismo,
la creencia del ‘enfermo’
y la opinión colectiva, que permite el reconocimiento del hechicero como tal”,
sostiene Olivera. “Además parece responder a una necesidad social de una figura
que convoque. Quizás desde lo político uno puede pensar en la adhesión a una
idea, en cambio desde lo musical se trata de un fenómeno único. El hecho social
excede ampliamente el interés que despierta el
artista y se constituye como un fenómeno del que todos quieren formar parte”,
agrega Prozzillo.
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Alrededor de 300 mil personas desbordaron el predio de Olavarría |
La mística que se generó alrededor de Solari, de quien prácticamente nada se sabe más allá de sus contadas apariciones públicas, y el modo de llevar adelante sus conciertos ––sin sponsors y con la publicidad justa para que una legión acuda al llamado– alimenta la fascinación en sus seguidores. “El Indio está posicionado desde un lugar de anticapitalismo, de anticonsumismo y de una serie de cuestiones que tienen que ver con cómo organiza sus recitales. Pero veo que no siempre es consecuente con lo que predica. Él aporta la estructura que cada uno a través de la identificación pone el significado”, asegura Olivera. Y agrega que la lírica del cantante, encriptada y sujeta a diversas interpretaciones por parte de sus fans, contribuye a esta liturgia: “El credo es una serie de postulados que la religión toma como válidos, con lo cual podría hacerse una analogía con las letras de las canciones. La adherencia al ‘credo’ condensa verdades de fe que se convierten en incuestionables”.
En definitiva, según las
especialistas, en la figura del líder está lo que no necesariamente representa
la realidad de una persona, sino los atributos que se han depositado y
proyectado sobre ella. “No hay cuestionamientos, sólo fe”, concluyen.